Escrito por: Valery Quisini | Equipo de Transferencia en RSM Perú.
Estados Unidos vs. China: Perú frente a la nueva guerra comercial
Lo que comenzó como una medida de Donald Trump para “liberar” la economía estadounidense ha escalado hacia un conflicto comercial de proporciones globales. El pasado 2 de abril, Trump anunció nuevos aranceles contra decenas de países como China, la Unión Europea, India y, sí, también el Perú. Lo llamó el “Día de la Liberación”, con el objetivo de reactivar la industria estadounidense y reducir el déficit comercial.
Como era de esperarse, China no tardó en responder con aranceles de hasta 125% a productos de EE. UU., que a su vez respondió con tarifas de hasta 145 %.
En paralelo, Trump anunció una pausa de 90 días antes de aplicar las medidas (excluyendo a China). Más que una pausa, es una cuenta regresiva y una ventana para renegociar bajo presión, donde el libre mercado va perdiendo terreno ante la geopolítica.
¿Qué significa esto para el Perú?
Muchos podrían pensar que esta guerra comercial es solo un asunto entre grandes potencias. Sin embargo, esa lectura sería demasiado superficial.
Para Perú, el arancel base sería del 10%. Las exportaciones a EE.UU. representan cerca del 14% del total —alrededor del 3% del Producto Bruto Interno (PBI)—, y aproximadamente el 70% de esas exportaciones podrían verse directamente afectadas. El Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) ha señalado que aún es prematuro hacer estimaciones precisas, pero anticipa un impacto directo moderado en el PBI y la inflación.
No obstante, los efectos de una guerra comercial rara vez se sienten de forma inmediata ni de manera lineal. Lo que se encarece en un país puede alterar las cadenas de suministro en otros, retrasar inversiones y desordenar márgenes. La volatilidad que generan puede tener consecuencias más duraderas que los propios aranceles. Para una economía como la peruana, donde el cobre y los productos agroindustriales son pilares de exportación, una eventual recesión global también podría reducir la demanda de nuestros productos clave, afectando gravemente nuestras exportaciones.
Aunque no estamos en el ojo de la tormenta, sí podríamos ser arrastrados por el efecto dominó de esta guerra comercial.
El reto para las empresas peruanas
Desde la perspectiva de las empresas, el escenario también se complica. Para aquellas que importan insumos, el dilema es claro: si los costos suben y no puede trasladarlos al cliente, pierde margen; si los traslada, pierde competitividad.
Pensemos ahora en una empresa peruana cuyo proveedor es su propia matriz en el exterior. El reto es mayor: no solo está en juego la relación con clientes, sino también la fijación de precios entre partes vinculadas y el cumplimiento del principio de plena competencia.
¿Cómo se reparte el efecto de un arancel entre partes vinculadas? ¿Qué márgenes resultan razonables cuando los costos aumentan repentinamente? ¿Cómo se sustenta ante la administración tributaria una política de precios ajustada por eventos externos?
Estas no son preguntas teóricas. En contextos como el actual, la gestión de precios de transferencia se vuelve una herramienta clave, no solo para cumplir con las normas, sino para proteger la rentabilidad del negocio. Ya no basta con ver el cumplimiento como un cierre anual: se necesita planificación, flexibilidad y capacidad de respuesta.
El Perú no dicta las reglas de esta disputa, pero sí tiene margen para prepararse mejor. Y en esa tarea, las empresas juegan un rol fundamental.
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