Publicado en El Economista
Nuestra Directora de Risk Advisory Services, Marta Sánchez, firma este artículo para El Economista titulado "Quien siembra, cosecha o cómo evaluar el coste de un programa de compliance" en el que habla junto a otro experto en la materia sobre el compliance en las empresas. Estas prácticas, que una década atrás eran prácticamente ajenas a la idiosincrasia de nuestro tejido empresarial, son una realidad.
La hiper regulación en aspectos clave de nuestra sociedad, como la protección de datos, la transparencia y el buen gobierno corporativo, la sostenibilidad, la lucha contra las prácticas anticompetitivas o la prevención del blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo, por no mencionar la cada vez mayor tendencia expansiva del derecho penal, ha desempeñado un papel determinante para que el término "compliance" pase de ser una "rara avis", propia de sectores altamente regulados, a una actividad tan familiar como necesaria.
Pese a que algunos detractores interpretan que la adopción de programas de compliance, con sus correspondientes testeos, revisiones periódicas y certificaciones, suponen un traslado de las labores de policía que competen a las administraciones públicas, buena parte de nuestro tejido empresarial ha superado esta visión, permeando cada vez más la idea de que la cultura de cumplimiento es una inversión en la propia empresa, y en último término en la sociedad, adoptando una posición preventiva dentro de la empresa en vez de una actitud reactiva.
Empresas más transparentes
Ya no se trata de evitar cuantiosas multas o sanciones que pueden conducir incluso a la disolución de la empresa en la vía penal, sino de dotar y asegurar la transparencia de la gestión empresarial, el cumplimiento ordenado de la ley en la cadena de valor, optimizar los procesos internos con el consiguiente incremento de calidad y seguridad y ahorro de costes, responder a las expectativas de los grupos de interés y mejorar, en definitiva, la reputación de la empresa en el mercado.