A pesar de la pandemia, América Latina es desde hace tiempo una economía altamente globalizada y atractiva para los mercados internacionales. De acuerdo a la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), desde antes de la emergencia, Brasil ya era el receptor más importante de inversión extranjera en la región. Notablemente Chile, Colombia, Perú y Paraguay incrementaron sus niveles de inversión extranjera directa y en México la Unión Europea superó por primera vez la inversión de Estados Unidos en el país. Por su parte, Costa Rica y Panamá son los principales receptores de IED en Centroamérica; y República Dominicana, lo es en el Caribe.

Otra gran fortaleza de la región, consiste en su gente. Poblacionalmente, América Latina resulta atractiva debido a su alta concentración de talento, que representa una creciente masa crítica de consumidores en busca de mejores productos y servicios cada vez más sofisticados. Al mismo tiempo, la región ofrece costos laborales competitivos y una creciente clase media joven que impulsa el crecimiento y busca la innovación.

Algo que no se debe olvidar es que América Latina ofrece aún mucho margen para la inversión privada en infraestructura, misma que juega un papel muy importante en el desarrollo de los países de la región. Así, las organizaciones cuentan con amplias posibilidades de llevar proyectos de gran envergadura a este mercado.

Durante la pandemia muchos gobiernos de la región ofrecieron al sector privado prórrogas y exenciones a algunas obligaciones fiscales como respuesta a la crisis sanitaria (link to Fiscal Measures). Tal es el caso también de los cambios en las políticas comerciales para facilitar la exportación de bienes a América Latina a raíz de la escasez derivada de esta coyuntura.

Finalmente, la proximidad a Estados Unidos de Norteamérica y las diferentes vías de acceso hacen que América Latina se convierta en el punto de partida para iniciar una expansión hacia las múltiples opciones que ofrece el mercado estadounidense.

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