Aunque el miedo y la incertidumbre suelen disminuir el apetito de los inversores, en estos tiempos tan inusuales, es el miedo el que está impulsando la inversión en empresas privadas, concretamente el miedo a la inflación.

 

En 2020, la Reserva Federal de los Estados Unidos creó 3,38 billones de dólares para apoyar a la economía americana, afectada por la pandemia.  Esta creación de dinero sin precedentes equivale al 18% de los dólares actualmente en circulación. Por su parte, en diciembre de 2020, el Banco Central Europeo (“BCE”) acordó elevar hasta 1,85 billones de euros el dinero que pretende inyectar en el sistema bancario europeo.

 

En tiempos atrás, un incremento de la oferta monetaria de esta magnitud habría generado una alta tasa de inflación. Sin embargo, aún estamos viendo poca inflación en los precios de bienes y servicios, aunque los índices de los mercados de capital apenas paran de subir.  Esta anomalía se explica con un ejemplo sencillo: si tienes una casa con un inquilino en ERTE, el inquilino te paga el alquiler con el dinero recibido del gobierno. En otros tiempos, habrías gastado una parte de estos ingresos en viajes, restaurantes y otras formas de ocio, pero por las restricciones impuestas para paliar la pandemia, estás destinando dichos ingresos al ahorro y a la inversión en acciones de compañías tecnológicas. Es decir, el dinero creado recientemente por la Reserva Federal y el BCE acaba siendo invertido en la Bolsa.

 

Cierto es que las ganas de la sociedad de viajar y disfrutar de una vida social plena no han desaparecido y en el momento que se levanten las restricciones se destinarán grandes volúmenes de dinero a los bienes y servicios, generando un nivel de inflación que quizás no habremos visto desde los años ochenta. Mientras cabe esperar incrementos en los tipos de interés para combatir la inflación, muchos expertos especulan que los gobiernos serán reacios a tomar medidas que encarezcan excesivamente el astronómico importe de deuda pública acumulada durante la pandemia.

 

Los fondos de capital riesgo y las empresas multinacionales son los grandes inversores en empresas privadas. El Brexit o el conflicto comercial entre los Estados Unidos y China habían instado cautela en los inversores quienes preferían aplazar sus proyectos de inversión hasta tener claridad sobre el desenlace de estos acontecimientos geopolíticos. Posteriormente, nos llegó la pandemia, parando la actividad inversora durante unos meses. Mientras tanto, la liquidez de los inversores ha ido subiendo hasta alcanzar niveles récord y el importe de Dry Powder (término en inglés que se refiere al dinero de inversores pendiente de invertir por los fondos de capital riesgo) en todo el mundo ha sido estimado en unos 2,5 billones de dólares. Recordemos que mientras este dinero no se invierte la inflación comerá su poder adquisitivo.

 

Presionados por la amenaza de la inflación, el reto de los inversores es encontrar activos atractivos entre los escombros de la pandemia. En mi opinión, los inversores tienen que buscar valor en empresas más pequeñas que las habitualmente consideradas por los fondos de capital riesgo y se espera ver un alto volumen de adquisiciones de empresas que facturan entre 5 y 20 millones de euros y generan un EBITDA de entre 1,5 y 5 millones de euros. Afortunadamente, España es muy rica en empresas de este tamaño y, por tanto, esperamos afrontar un periodo de mucha actividad confirma Karina Doval, Directora de Marketing de RSM Spain.

 

Publicado en El Correo

Autor: Guy Richard Wallis, socio de RSM Spain