Publicado en Diario de Sevilla
Las relaciones laborales están en constante evolución, impulsadas por cambios legislativos, sociales y tecnológicos. El incremento de los costes laborales, la escasez de talento y el auge del absentismo preocupan al tejido empresarial español. Francisco Arroyo, socio de Tax & Legal, reflexiona en este interesante artículo sobre los desafíos laborales emergentes.
La evolución de las relaciones laborales
Las relaciones laborales y las interacciones entre empresarios y trabajadores, a diferencia de lo que sucede en otros marcos contractuales, cuentan con un elemento característico que las definen: están siempre vivas, no son estancas. Sus dinámicas y necesidades evolucionan cómo evoluciona la vida y las legítimas aspiraciones humanas, estando sujetas a un constante proceso de cambio que no sólo obedece a las reformas legislativas, que introducen innumerables obligaciones para el sector empresarial; sino también a fenómenos con origen en nuestra propia naturaleza humana.
Los empresarios y las empresas, generadores de riqueza, agentes fundamentales para el desarrollo de nuestra economía y bienestar, no sólo se enfrentan desafíos de competitividad y rentabilidad de sus inversiones, sino también a inquietudes que han experimentado variaciones durante los últimos años en el ámbito laboral. Según la última Encuesta de Perspectivas Empresariales de las Cámaras de Comercio de Europa, las principales preocupaciones del tejido empresarial español comprenden el incremento de los costes laborales, que no ha cesado desde el año 2018 y que experimentará un aumento aun mayor tras la reducción de la jornada laboral, y la escasez de personal cualificado, entre otros.
Mientras tanto, España no sólo lidera las tasas de desempleo de la Unión Europea, especialmente en el desempleo juvenil, sino que también se consolida como el país con mayor porcentaje de subempleo, y 4 de cada 10 trabajadores a tiempo parcial aspiran a una ampliación de su jornada laboral.
El 72,6% de los empresarios españoles contemplan con temor el incremento de los costes laborales, y lo cierto es que desde el año 2018 el Salario Mínimo Interprofesional ha experimentado un incremento de un 62% (costes empresariales incluidos), si bien no han existido mecanismos que de manera simultánea incentiven la contratación. El fenómeno de la compresión salarial –congelación de estructuras retributivas altas y actualización de salarios afectados por el SMI– es ya una realidad incontestable, y la colaboración real entre empresarios, trabajadores y administraciones se configura como un elemento fundamental para garantizar una transición sostenida hasta los nuevos escenarios retributivos que evite la pérdida de empleo y los efectos negativos en la contratación.
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