Publicado en Atlántico Hoy
 

Vivimos en una sociedad en la que la confianza en nuestra Administración de Justicia se encuentra francamente erosionada, motivada esencialmente por los largos procesos de espera hasta obtener una sentencia firme que, además, no siempre resuelve los problemas del ciudadano. Tampoco favorece la sensación generalizada de impunidad que en no pocas ocasiones suscita las dificultades de ejecutar una pena de prisión, existiendo la opinión de que las influencias y afinidades políticas son cruciales para que una persona ingrese en prisión, por no hablar de las cuestionables medidas de gracia que en última instancia puede adoptar el poder ejecutivo en función de sus intereses. En el otro extremo, nuestra historia judicial también nos ha dejado casos de personas que, tras pasar varios meses e incluso años de su vida en prisión, han resultado ser inocentes. Siendo el caso, por ejemplo, del ex presidente del FC Barcelona Sandro Rosell, o más recientemente el de un señor que cumplió condena por la comisión de un delito de agresión sexual durante 15 años y que luego resultó absuelto.

 

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