Publicado en Expansión

 

Nuestro socio de ESG y Sostenibilidad, Carlos Cerdán, reflexiona en este interesante artículo, junto a Javier Cavero, manager de  ESG y sostenibilidad, acerca de la capacidad de resiliencia de la inversión ESG ante los nuevos desafíos.

Hace algunos años, un cliente, en el marco de un proyecto de asesoramiento para el cumplimiento con el cuestionario del Dow Jones Sustainability Index, me comentaba que, como si de una buena serie se tratase, auguraba largas temporadas de éxito y rentabilidad para la inversión sostenible. Debo admitir que me surgieron bastantes dudas al respecto. No porque no estuviera seguro en la rentabilidad de integrar la sostenibilidad en la estrategia de las organizaciones, sino porque en un mundo en continuo movimiento y enfocado en el retorno a corto plazo, consideraba difícil la capacidad de atraer capital y concienciar de los beneficios de la sostenibilidad. Teníamos que esperar a ver números. Dichosos números.

 

Crecimiento de la inversión sostenible

 

Desde esa conversación han pasado varios años, y su pronóstico parece no estar tan lejos de la realidad. Según el Informe Anual Ofiso 2025, entre 2019 y 2021 la inversión sostenible, global y nacional, creció de forma exponencial, si bien en el trienio 2022-2024 ese avance, aun creciente, se estabilizó. Esto demuestra la confianza y la fuerza que sigue transmitiendo la inversión sostenible, a pesar del contexto socioeconómico y político actual, que no parece ser el más idóneo para ello.

En Estados Unidos, la victoria del ejecutivo republicano parece haber bloqueado la tendencia sostenible de los últimos años a través de diferentes órdenes en contra de la energía eólica, la diversidad e igualdad, y la salida de EE.UU. del Acuerdo de París, entre otros.  

En Europa, el 26 de febrero, se presentó la Ley Ómnibus, un paquete de medidas que tienen como objetivo reducir la carga administrativa de las empresas y mejorar su competitividad sin comprometer sus obligaciones en materia de sostenibilidad, afectando a dos de las tres normas clave para las finanzas sostenibles y transparencia: Corporate Sustainability Reporting Directive (CSRD) y el Reglamento de Taxonomía. Estas normas, junto a la Sustainable Finance Disclosure Regulation (SFDR) fueron diseñadas para definir un marco uniforme y riguroso para la presentación de informes de sostenibilidad y para definir un terreno de juego claro para la redirección del flujo de capital a organizaciones sostenibles. 

 


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